¿Cómo es la infancia de los niños pas de 1 a 6 años?

La primera infancia es ese período que abarca aproximadamente desde el primer año de vida hasta los seis. Cuanto antes detectemos si nuestro hijo es un NAS, antes podremos atender sus necesidades de la mejor manera posible, de forma que su personalidad sensible no le impida desarrollarse de forma adecuada.

Pese a que la alta sensibilidad no es un trastorno, sí que es cierto que podría llegar a serlo. Su crianza implica una dosis extra de paciencia por parte de sus cuidadores y mucha comprensión: empatizar con ellos, valorar su forma de ser y de percibir el mundo, aunque tú no les entiendas.

Si eres PAS, te resultará más fácil conectar con tu hijo y tal vez te identifiques con algunas de sus vivencias. No es de extrañar que tu alta sensibilidad también te pueda pasar factura, ya que ambos os abrumáis antes y te verás desbordado/a por múltiples situaciones cotidianas como consecuencia del estrés que implica el estilo de vida actual, sobre todo en las ciudades.

Y es que el mundo va demasiado rápido… ¿Verdad?

La infancia de los niños pas de 1 a 6 años es un período de riesgo. Puede conllevar problemas de conducta que deriven, en el peor de los casos, en un trastorno

Las experiencias negativas durante estos años les afectarán mucho más a los NAS que al resto de los niños que no comparten este rasgo. El tipo de infancia que viva tu hijo/a determinará en gran medida el adulto en el que se convertirá en un futuro.

Las investigaciones existentes en torno a este tema, concluyeron que hay una “susceptibilidad diferencial” que significa básicamente que los niños y niñas altamente sensibles se benefician mucho más de tener una buena infancia, porque crecer en un entorno positivo va a potenciar un mayor procesamiento de estímulos positivos.

Por contra, un NAS se verá afectado de forma negativa si su infancia es conflictiva, mucho más que si no fuera altamente sensible. Esas vivencias las arrastrará en su vida adulta, por lo que es más fácil que padezca de depresión, adicciones y baja autoestima.

En este sentido, sí se podría considerar que los NAS son más vulnerables porque si sus cuidadores, por desconocimiento, no comprenden qué le pasa a su hijo para poder ayudarle a gestionar esta forma de ser, podrían estar poniendo en peligro su infancia.

La crianza con apego, -seguro que has oído hablar de ella-, se considera como la más beneficiosa para los pequeños altamente sensibles.

Educar a un NAS no resulta fácil. Ya hemos comentado que tendremos que armarnos de paciencia y dedicarles quizá más tiempo y atención de calidad. Animarles mucho para contrarrestar sus inseguridades y fortalecer su autoestima.

¿Qúe pasa en esta etapa de la infancia de los niños pas?

Durante este periodo lo que más caracteriza al niño sensible es su dificultad con los cambios, sus problemas con la sobre-estimulación y sus fuertes emociones.

Así lo afirma Coks Feenstra, psicóloga infantil.  Holandesa de nacimiento, ha publicado varios libros y actualmente es asesora de la revista “Crecer feliz”. A continuación, podéis leer parte de un artículo publicado en su web, donde describe los principales problemas a los que se enfrenta un NAS, además de ofrecer soluciones que me han parecido interesantes para compartir con vosotro/as y que, a buen seguro, os resultarán muy útiles. Ahí van…

La dificultad ante los cambios

El día a día está lleno de transiciones: del sueño a la actividad, de estar en casa a salir. También hay cambios más grandes, como el del biberón a la cuchara, o de estar con la mamá a la canguro o la guardería. Le cuestan tanto las transiciones como los cambios. Pautas para el día a día:

  1. Avísale siempre con tiempo. ‘Cariño, en 5 minutos vamos a comer’. O tiempo para terminar las cosas. Si no es posible, hazle saber que entiendes su protesta. ‘Sé que te es difícil dejarlo, pero más tarde podrás seguir’. Explícale la relación entre ‘ahora no’, pero ‘más tarde sí’.
  2. Sé rutinaria en el día a día. La rutina le da una sensación de control y disminuye la ansiedad porque sabe lo que puede esperar. Y sé estricta con tus normas; por ejemplo a la mesa puede llevarse un juguete (facilitará la transición de jugar a comer), pero más no.
  3. Cuéntale siempre tus planes, por ejemplo: ‘Cuando te recoja esta tarde, no iremos a casa, sino…’ Y ante un gran cambio, como una mudanza, un viaje, prepárale bien. Cuéntale lo que va a ocurrir, enséñale fotos, visita con él el lugar, léele algún cuento y acepta sus protestas. Si tú no tienes problemas con su rigidez, la situación se hará más fácil para él (recuerda que es sensible a tus emociones).
  4. Su sentido fino del gusto le convierte en una persona selectiva con la comida. Proporciónale comida sana y nutritiva, pero acepta la cantidad que come. Si es irregular, ten siempre tentempiés nutritivos disponibles a los que pueda acceder. Déjale tomar la iniciativa, pero mantén tus normas, por ejemplo una cosa dulce al día. Acepta sus manías, como su rechazo a frutas de color fuerte (comerá otras de color neutro).
  5. Su sensibilidad a las texturas convierte la tarea de vestirle en algo difícil. Cómprale prendas que no piquen y sin cuello alto. Si le gusta una prenda, cómpralas en distintos tonos. Sé creativo/a: viste a tu hija con leotardos si rechaza los pantalones (le aprietan). Y créele cuando dice tener calor. ¡La sangre le corre por las venas a toda velocidad!

La sobreestimulación

La sobre-estimulación puede darse tras un largo y excitante día, por causa de muchas impresiones o un cambio. Pautas para el día a día:

  1. Aprende a reconocer los primeros indicios de la excitación. Las señales, diferentes para cada niño, pueden ser que su nivel de excitación va en aumento; se frota los ojos, empieza a correr por el salón, etc. Propón alguna actividad que le calme, como un baño o leer un cuento contigo.
  2. Acopla tu ritmo al suyo. Si por ejemplo al salir del colegio le notas más nervioso de lo normal, llévalo directamente a casa, posponiendo otros planes. Jugar en su propio entorno familiar le calma.
  3. Toma precauciones. Si quiere ir al cine, elige una película que pueda ver sin que le altere. Si vais a ver fuegos artificiales, llévate tapones para el oído; o si vais de excursión (montaña, nieve) procura tener mudas de ropa y calcetines, además del zumo de su marca preferida.
  4. Controla las horas que mira la tele. Ver la tele suele gustar al niño sensible, pero no le beneficia: la avalancha de impresiones recibidas le desbordan y hacen su juego muy intranquilo después de la tele. Una hora al día es más que suficiente para el niño, incluso preferiblemente menos cuanto más pequeño sea.
  5. El niño sensible necesita sobre todo poder jugar. El juego le permite asimilar todas sus experiencias y vivencias y le calma. Para ello son importantes los juguetes básicos, como maderitas, duplo, lego, muñecas, etc. Todo aquello con lo que un niño pueda dar rienda suelta a su fantasía. Para que el niño tenga oportunidad para jugar, es importante no sobrecargar sus días con actividades extra-escolares. Aunque le gusten, hay que procurar que el niño pase algunas tardes en casa, jugando a sus anchas. Cuántas más, mejor.

La intensidad de sus emociones

Debido a la intensidad con lo que vive las cosas, suele tener reacciones fuertes, como llantos o gritos a pulmón lleno, rabietas etc. De ti tiene que aprender a controlarse. Pautas para el día a día:

  1. Mantente serena. Respira hondo y deja que se exprese. Puedes decirle algo como: ‘Veo que estás muy enfadado.’ Si tú eres una persona con emociones intensas, probablemente te cueste reaccionar con calma. Sal un momento del lugar y suelta gritos profundos, como ‘aaaaah’.
  2. Intenta hacer contacto con él; llegando a su interior, se calmará. Por ejemplo mírale a los ojos, tócale el hombro o abrázale. Algunos niños no toleran que les toquen en estos momentos de tensión. Limítate a quedarte a su lado.
  3. Dale una palabra que pueda decir o gritar cuando está enfadado. Como ‘CÓRCHOLIS’. En vez de que tire sus juguetes por allí, dile que recurra a este término. Enséñale que a continuación diga qué es lo que no le gusta. Y acto seguido, decir lo que sí quiere.
  4. Ofrécele actividades que le calmen, como beber un poco de agua, jugar con agua o plastilina, bañarle o leerle un cuento. Dar un paseo también puede ayudar. Recuerda que el contacto con la naturaleza le tranquiliza.
  5. Lee con él algún libro sobre las emociones. Como ‘el imaginario de los sentimientos’ de la editorial SM. Conocer los términos para sus estados de ánimo le calma. Las palabras disponen de este don.
  6. No critiques sus conductas. En vez de decirle ‘ya estamos otra vez con lo mismo’ o ‘eres un histérico’ puedes decirle algo como ‘tienes un gran corazón’ o ‘eres muy sensible’.
  7. Enséñale palabras para sus emociones (rabia, enfado, miedo, etc.). Las palabras controlan los impulsos y son como un mecanismo de protección para suavizar sus reacciones. Y pregúntale de vez en cuando qué es lo que siente en su interior. Puede que te diga ‘Mamá, siento cosquilleos en mi tripa’ (tengo miedo) o ‘En mi cuerpo corretean muchos avispones’ (estoy muy emocional).
  8. Es frecuente que el niño sensible tenga de vez en cuando alguna explosión de enfado, llanto o rabieta. Las emociones le desbordan. Mantén la calma, permítele que se exprese y acepta sus emociones. Escúchale sin juicio. Habla con él sobre lo ocurrido, una vez que se haya calmado.

Fuente: https://www.coksfeenstra.info